martes, 26 de abril de 2011

Wikileaks: el superhéroe del siglo XXI

Wikileaks desafía a los poderes establecidos, tanto públicos como privados, desde el momento de su fundación. Con la libertad de información por bandera, la organización creada por Julian Assange ha sacado a la luz miles de documentos que dejan en evidencia la honradez de todos los que están en la cúspide de la sociedad y creían manejar los hilos del mundo a su antojo y con total impunidad.

Con la publicación del vídeo del asesinato de un fotógrafo de Reuters por parte del Ejército norteamericano en la guerra de Irak, la divulgación de los entresijos de la macabra cárcel de Guantánamo o los miles de cables, diplomáticos y militares, del Departamento de Estado de Estados Unidos, Wikileaks ha saltado a la palestra pública y se ha colocado en el ojo del huracán de los personajes y entidades de mayor peso mundial. Esta organización defiende que los ciudadanos tienen derecho a conocer, en el sentido amplio de la palabra, todo aquello que gobiernos y empresas se esmeran con ocultar. Si lo ocultan, por algo es, y no algo bueno. Wikileaks se considera a sí mismo como una amenaza para todos aquellos que llevan a cabo injusticias, se lucran de ellas y pretenden ocultárselas al gran público, porque, tarde otro temprano, eso que tanto ansían esconder acabará saliendo a la luz y esos “peces gordos” tendrán que asumir las consecuencias de sus actos. Pero, llegados a este punto, cabe preguntarse: ¿es oportuno que toda información etiquetada como reservada o confidencial sea revelada? ¿O es necesario establecer límites? Si viviéramos en una democracia perfecta, el ocultismo informativo no tendría ningún sentido. Pero a pesar de disfrutar de mayores libertades y derechos que en cualquier otro momento de la historia, los gobiernos subestiman a los ciudadanos y consideran que para poder moverse fuera de los límites de la legalidad deben hacerlo en la clandestinidad. Si una información se oculta es porque lleva implícitas oscuras intenciones. Si no fuera así, recordemos que los políticos tienen la fea costumbre de airear hasta la saciedad sus logros personales y decisiones acertadas, así que ¿cómo iban a perder la oportunidad si esa información reservada fuera positiva? A pesar de lo bonita que suena la palabra libertad y más si es real, no toda la información puede hacerse pública: la seguridad internacional, nacional o individual debe estar por encima de todo y, si se ve amenazada por la publicación de algún documento comprometido, es preferible mantenerlo a la sombra. Lo mismo pensaron los cinco medios a los que Wikileaks filtró los cables del Departamento de Estado norteamericano en 2010. El diario El País publicó que a sus manos habían llegado miles de cables, pero que se veían en la obligación moral de no divulgar algunos de ellos por su peligroso contenido.

La información reservada difundida por Wikileaks, ¿es verdaderamente noticiosa e interesante? En algunos casos puede parecer que ciertas revelaciones son sólo cotilleos sin ningún valor informativo, como por ejemplo las opiniones de los embajadores sobre ciertos líderes mundiales. Es así si tenemos una visión simplista de las cosas. Porque esas opiniones no caen en saco roto, sino que el todopoderoso Estados Unidos basa sus decisiones y actuaciones de política internacional en dichos comentarios. Además, las declaraciones en política son constantes, y ocupan páginas y más páginas en los periódicos, sino que se lo pregunten a José Luis Rodríguez Zapatero o a Mariano Rajoy. Ha quedado demostrado que las filtraciones de Wikileaks han calado profundamente en la sociedad y han provocado reacciones y cambios en la misma (como el hecho de los negocios ocultos de la mujer del depuesto líder tunecino Ben Ali fuera uno de los desencadenantes del levantamiento de la población en el país magrebí). Aunque no los suficientes. Han salido a la luz cientos de irregularidades cometidas por el Gobierno norteamericano o incluso el español. Pero a quien se culpabiliza, los que son perseguidos y encerrados, son los que han difundido los documentos. Por un lado el soldado Bradley Manning, que filtró los documentos a Wikileaks y que permanece en prisión, habiendo sufrido un tratamiento propio de un preso de Guantánamo. Y por otro, personificando al organismo sueco, Julian Assange, que incluso podría ser condenado a pena de muerte por un tribunal norteamericano acusado de alta traición a los Estados Unidos. Es paradójico que sean los infractores los que juzguen y condenen a los que han hecho efectivos los valores de democracia y libertad que esos jueces tanto dicen defender.

Hay quien compara Wikileaks con el mal llamado periodismo ciudadano desplegado en redes sociales como Facebook o Twitter o en los blogs. Nada más lejos de la realidad. A pesar de que ambos tienen capacidad de influir, la calidad de la información transmitida impide cualquier semejanza. En Twitter, por ejemplo, se vierten millones de comentarios y opiniones, cualquiera puede emitirlos sin tener que pasar ningún filtro que los confirme como verdaderos. En Wikileaks cada filtración es contrastada y verificada antes de ser publicada. Es verdadero periodismo, mientras que las redes sociales se quedan en el estatus de simples comentarios, que pueden ser comentarios de actualidad perfectamente válidos, pero en ningún caso periodismo.

A pesar de disponer de información única y reservada (de hecho desde el organismo sueco alardean de haber publicado más exclusivas que el Washington Post en toda su historia), Wikileaks recurre a los medios de comunicación tradicionales para difundirla. Esto es así porque la penetración en la sociedad siempre será mayor si las cabeceras de prensa más importantes del mundo se hacen eco de los cables de Wikileaks que si es sólo la entidad sueca las que las divulga porque, a pesar de su prestigio y el renombre que ha alcanzado, aún no llega al impacto que provocan los periódicos. Esta cooperación periodística a las cabeceras les proporciona grandes beneficios en forma de crecimiento en las ventas, prestigio y renombre, como ha vivido en sus propias carnes el diario El País desde que a finales del año pasado publicara casi diariamente los papeles del Departamento de Estado y como se refleja en las oleadas del Estudio General de Medios (EGM).

Julian Assange, fundador de Wikileaks

martes, 12 de abril de 2011

Globalización



La explotación vista desde el explotador. ¿Es esto la globalización? ¿Merece la pena el precio a pagar? Y sólo son dibujos...