martes, 12 de julio de 2011

El euro, ante el precipicio

(Editorial de El País sobre la crisis del euro y la posible caída de España e Italia a consecuencia del contagio del hundimiento griego)

"La convulsión permanente de los mercados, que apenas deja una semana de tranquilidad entre un episodio de ataques a las deudas periféricas y el siguiente, está llevando a la eurozona al caos financiero y al borde de la ruptura. La crisis, mal gestionada por las instituciones europeas, ha dado un peligroso salto cualitativo al involucrar a países como Italia que tienen gran parte de la deuda en manos de residentes.


La primera consecuencia de ese agravamiento fue que ayer Europa vivió un lunes tenebroso, el peor sin duda desde la creación del euro, con una especulación desaforada contra Italia y España. La prima de riesgo española alcanzó los 336 puntos básicos y la de Italia superó los 300 puntos. Es una situación insostenible a corto plazo para la solvencia española y, sobre todo, para la italiana, que acumula un volumen de deuda del 120% del PIB. En España, la explosión de los intereses de la deuda asfixia cualquier recuperación, porque los gastos financieros consumen cualquier margen presupuestario, reducido de entrada por la obligación de controlar el déficit. El castigo a la deuda se traduce además en el desplome bursátil de los sistemas bancarios, objeto de una reforma cuyo destino fatal en estas circunstancias es el fracaso.


El euro está en este gravísimo aprieto porque las autoridades europeas son incapaces de llegar a un acuerdo para articular un plan de rescate que proporcione una cierta estabilidad financiera a Grecia durante los próximos tres años. Con España e Italia situadas en la diana de la especulación, los ministros de Finanzas, el BCE y toda la pléyade de instituciones que deben ponerse trabajosamente de acuerdo para salvar el euro (porque hoy ya es cuestión de supervivencia) no pueden demorar más la salvación de Atenas.

El problema es conocido. Grecia no puede devolver sus préstamos y necesita un nuevo plan de rescate que incluya una reestructuración de esa deuda; es decir, los acreedores de Grecia tienen que contribuir al rescate con una quita; para que esa reestructuración sea efectiva, las agencias de calificación deben aceptar que no es un impago. Una medida de mala gestión de las autoridades europeas es que anunciaron iniciativas antes de acordar con las agencias que la quita voluntaria no fuera considerada como default. El resultado de la torpeza (otra más) es una prima de riesgo insostenible y la certeza de que es más difícil cada día llegar a un acuerdo sobre Grecia (aplicable si llega el caso a Portugal e Irlanda) que aleje definitivamente la especulación.

Los acreedores de las deudas europeas (y quienes gestionan sus carteras) tienen una responsabilidad indeclinable en esta situación crítica. Reaccionan con histeria a síntomas menores y son reacios a analizar los fundamentos económicos de cada país. Pero lo que los inversores cotizan sobre todo (a la baja, por supuesto) es la pésima gestión de la crisis. La falta de un gobierno económico capacitado para tomar decisiones ha sembrado el desorden en las finanzas europeas, está invalidando los programas de ajuste de algunos países, pagados con recortes sociales (como el de España) y puede ser la causa de la desaparición del euro.

Para corregir este caos que provoca empobrecimiento y paro, Europa (léase Alemania, Francia, el Eurogrupo y el BCE) tiene que aprobar ya -sin esperar a septiembre, pues igual no se llega- el segundo rescate de Grecia con la aquiescencia de las calificadoras y transmitir el mensaje de que el BCE y el Eurogrupo tienen la capacidad para acabar con la especulación. No es momento de sutilezas, debates bizantinos y dudas metafísicas que castigan el crecimiento y el empleo. El sistema financiero tiene que ser consciente de que el BCE utilizará como garantía los bonos de todos los países del euro, sea cual sea el nivel de castigo recibido. Basta ya de parches".

(El País, 12 de julio de 2011).



miércoles, 8 de junio de 2011

Así está la economía

Mayoría absoluta de la derecha en los medios españoles

Prácticamente la totalidad de las cabeceras pertenecer al grupo Vocento

Todo el mundo conoce El País, ABC o El Mundo, pero pocos son capaces de definir el panorama mediático español. Ni siquiera los estudiantes de quinto de periodismo, una nueva hornada de periodistas que saldrá a la calle a finales del mes de junio, conocen la distribución nacional de la prensa, tanto de ámbito regional como general. Por eso en la Universidad Complutense han querido dedicar dos semanas a definir con detalle los periódicos españoles.

El grupo Vocento es el rey de las cabeceras en España. Además del monárquico ABC, este grupo de comunicación multimedia distribuye El Correo, El Diario Montañés o El Norte de Castilla, por nombrar sólo algunos de sus 13 diarios de ámbito regional. Por lo tanto, la ideología predominante en el panorama mediático es la de centro-derecha, representada por decenas de cabeceras, mientras que el izquierdismo, más o menos moderado, queda reducido a Público y El País en lo que a difusión nacional se refiere y el Diario de Jaén en el apartado más regional.

Aprovechando la circunstancia de que la mayoría de las cabeceras pertenecen a Vocento, éstas comparten tanto secciones como columnistas o artículos de opinión. El objetivo de estas asociaciones es abaratar costes y aprovechar el tirón de ciertos columnistas importantes en varios periódicos del grupo con el fin de aumentar su prestigio y adscribirse más lectores. Es el caso de El Heraldo y ABC, entre otros muchos ejemplos.

Otras de las grandes protagonistas de los periódicos españoles son las entidades bancarias y demás empresas financiadores que aportan capital a los medios de comunicación a cambio de un trato favorable y de que los escándalos que envuelvan a estas compañías sean pasadas por alto. Gozan de mucho peso la familia Ybarra y el BBVA o El Corte Inglés. En algunos casos, como es el de Bankia en El Economista, todas las noticias relativas al banco que aparecen en el medio tienen más de propaganda que de información.

Dejando de lado la “ideología económica” mencionada en el párrafo anterior, los periódicos se definen por una línea editorial, que puede tirar más hacia la derecha o hacia la izquierda política. La inmensa mayoría de las cabeceras se caracteriza por la virulencia de sus críticas contra José Luis Rodríguez Zapatero y su apoyo al Partido Popular. Es el caso de ABC (Vocento), El Mundo (Unidad Editorial) o La Razón (Planeta). Esa disconformidad con la gestión del Gobierno se plasma en los edoriales y otros artículos de opinión. Destacan La Tercera de ABC o las Cartas del Director de Pedro J. Ramírez en El Mundo. Esa cuasi militancia con un partido político conlleva el notable riesgo de servir a intereses políticos antes que a los principios básicos del periodismo de calidad. Un caso claro de esta disfunción se observa en El Economista, donde el caso Gürtel, la trama de corrupción que envuelve al PP en Valencia, no tiene cabida.

Géneros de opinión
Si las cabeceras se erigen a sí mismos como defensoras de la prensa de calidad, deben cumplir la máxima de diferenciar claramente la información de la opinión. Para ello se recurre a elementos tipográficos. El País distingue ambos elementos a la perfección gracias a recuadros y cursivas. El Diario Montañés es su alter ego.

Los editoriales son los máximos exponentes de los géneros de opinión. Analizan la actualidad y difunden la visión del periódico sobre el tema tratado, tratando a su vez de convencer a la población o a que reflexione sobre el tema o a que se una a su postura. El diario Público es el único que carece de editoriales entre las cabeceras estudiadas. Desde el diario republicano alegan que pretenden que el lector se forme su propia opinión, sin la injerencia del periódico.

Otros elementos obligados de la prensa son las tribunas libres, las columnas (escritas por personajes de renombre), el humor gráfico o las cartas al director. Éstas hacen posible el feedback entre audiencia y medio de comunicación, posibilitando un diálogo entre ambas partes. Un ejemplo del buen uso de estas cartas es el de El País: en ellas se hace referencia a editoriales de días anteriores, pero no sólo a favor de la postura del periódico, sino también discordantes, un buen ejemplo de pluralidad.

Económicos y regionales
Los diarios económicos en España no gozan de un gran seguimiento a pesar de que, internacionalmente, periódicos como el Financial Times son un referente. La prensa regional tiene más éxito, aunque, como la mayoría de las cabeceras pertenecen a Vocento, la pluralidad brilla por su ausencia. En ellas se da prioridad a la información local y, aunque están escritas prácticamente en su totalidad en castellano, algunas como Las Provincias o El Correo incluyen artículos en valenciano o euskera, respectivamente.

miércoles, 25 de mayo de 2011

22-M: Escarmiento al socialismo

Las elecciones del pasado 22 de mayo no han hecho más que poner de manifiesto lo que apuntaban todas las encuestas: la debacle socialista en toda España, de la que el Partido Popular ha salido beneficiado en forma de votos, escaños y presidentes autonómicos.

La crisis económica y los cinco millones de parados han relegado al Partido Socialista a un segundo plano dentro del panorama político español. Los votantes han castigado al partido del Gobierno por la gestión de su líder, José Luis Rodríguez Zapatero. Así, los socialistas han perdido feudos históricos como Castilla La Mancha, Sevilla o Barcelona, y han jugado con fuego en otros como Extremadura, donde se despiden de la mayoría absoluta. Quien no ha recibido castigo alguno ha sido el PP. Mientras que el PSOE ha perdido casi millón y medio de votos, los populares se han visto reforzados con 400.000 papeletas más a pesar de los escándalos de corrupción en los que se han visto envueltos. De esta forma, el principal partido de la oposición gobierna en 11 de las 13 autonomías en las que se presentaba, obteniendo la mayor cuota de poder territorial conocida en toda la democracia. Y todo ello a costa de los socialistas, que nunca habían obtenido cifras tan bajas.

La decisión de Zapatero de comunicar en el Comité Federal del PSOE que no se presentaría a las elecciones generales de 2012 no ha dado los frutos deseados. El desgaste de los socialistas ha podido más que las expectativas de futuro y las promesas de cambio. Rajoy y los suyos convirtieron los comicios en una cuestión de confianza para el Presidente del Gobierno, y se han visto respaldados en sus tesis por la ciudadanía, razón por la cual no cesan en su empeño de convocar elecciones anticipadas (continuando así con el discurso que iniciaron hace meses). El PP sale muy reforzado de las autonómicas y municipales, cayendo incluso en el error de que ocupar la Moncloa el próximo marzo va a ser pan comido. Por su parte, los socialistas deben enfrentarse a otro problema antes de afrontar las generales: designar al sucesor de Zapatero. El Presidente del Gobierno manifestó su deseo de convocar unas primarias dentro del partido para elegir democráticamente al nuevo “cabeza de serie” de los socialistas. Todo apunta a que serían Alfredo Pérez Rubalcaba y Carme Chacón los contendientes de esta lucha interna. Pero en el PSOE deberían valorar si les conviene meterse en una “guerra civil” que les minaría e incluso, si se vuelve especialmente combativa, degenerar en más descrédito para el partido. La opción óptima sería mostrar cohesión y unidad ante el enemigo común, que es el Partido Popular. Esto se conseguiría o bien estableciendo una candidatura conjunta entre los dos candidatos o bien llegando a acuerdos internos, pero siempre con transparencia y respetando los preceptos del partido. Nunca recurriendo a la “dedocracia”.

La corrupción sale indemne
Los votantes del Partido Popular han absuelto a Francisco Camps de todas sus culpas. El popular no se ha visto afectado por los escándalos de corrupción en lo que se haya envuelto, y los valencianos le han recompensado con la mayoría absoluta. A consecuencia de esto cabría preguntarse, ¿utilizan el mismo rasero los votantes de izquierdas que los de derechas? David Valadez, anterior alcalde socialista de Estepona, se ha visto sancionado en las urnas por estar implicado en maniobras corruptas. Por otra parte, en Andalucía, los ciudadanos han castigado a los socialistas por el escándalo de los ERE. Pero en Madrid y la Comunidad Valenciana, bastiones claramente populares, los imputados han salido indemnes y, por sorprendente que parezca, reforzados. Llegados a este punto solo cabe rescatar la indignación del señor José Mourinho tras el partido de ida de la Liga de Campeones contra el Barcelona y exclamar: ¿Por qué?

En la capital, la derecha combativa y radicalizada de Esperanza Aguirre sigue siendo plato de buen gusto para la mayoría de los madrileños. Tomás Gómez, otrora el alcalde más votado de España, ha obtenido un profundo descalabro para el Partido Socialista en la Comunidad. Alberto Ruiz Gallardón ha renovado su mayoría absoluta en el Ayuntamiento, aunque el porcentaje de votos demuestra claramente que, hoy por hoy, se ve superado por Esperanza Aguirre en popularidad e influencia, lo que le colocaría a la cola en el caso de producirse una pugna electoral en las elecciones generales.

Las alternativas al bipartidismo
Francisco Álvarez Cascos ha dado la campanada en el Principado de Asturias al colocar al recién nacido FAC (Foro Asturias Ciudadanos) como fuerza con mayor número de escaños. El que fuera ministro de Fomento con José María Aznar podrá presidir el Principado si logra el apoyo de los que, hasta hace unos meses, eran sus compañeros de partido. Paradójico que sean los populares los que le puedan conceder este premio cuando el año pasado se negaban en rotundo a permitir que Álvarez-Cascos fuera su cabeza de lista (lo que le llevó a abandonar el PP y fundar FAC).

Bildu se ha erigido como protagonista absoluto de los comicios en el País Vasco. Tras su polémica legalización, la formación abertzale se ha convertido en la segunda fuerza política de Euskadi, sólo por detrás del PNV. Esta circunstancia deja un lugar para la esperanza: el pueblo vasco opta por la vía pacífica y política, descartando cualquier tipo de violencia, lo cual puede suponer un paso de gigante para la desaparición de la banda terrorista ETA.

Disconformidad no, gracias
El sistema democrático presenta un enorme agujero en su conformación. La participación ciudadana en las elecciones del pasado domingo se incrementó, al igual que los votos nulos o en blanco. Estas papeletas, que representan la disconformidad de los ciudadanos con todas las opciones políticas vigentes, serían la cuarta fuerza política española, por detrás de PP, PSOE e Izquierda Unida, y por delante de CiU, UPyD o el PNV. Es destacable que con tal descontento social, todos estos ciudadanos carezcan de representación en los parlamentos autonómicos y, lo que es peor, se haga oídos sordos a sus quejas.

lunes, 2 de mayo de 2011

La coherente irrealidad de Tolkien

El Señor de los Anillos es una novela de fantasía épica en la que la lucha entre el bien y el mal es el argumento principal. J.R.R. Tolkien cuenta la historia de Frodo Bolsón, un hobbit (criatura de baja estatura y pies peludos que vive en La Comarca) que debe recorrer la Tierra Media haciendo frente a infinidad de peligros para destruir el Anillo Único, la única manera de que el malvado Señor Oscuro Sauron recupere su inmenso poder y desencadene una guerra que acabaría con todo el mundo conocido, instaurando el reinado de las tinieblas.

El Señor de los Anillos es el clásico más clásico de la literatura fantástica. Una historia que asombra porque, a pesar de la complejidad del mundo creado por Tolkien, no presenta cabos sueltos ni inconexos. El autor ha sido capaz de crear una realidad alternativa perfectamente hilada desde los albores de su historia hasta la evolución de los últimos acontecimientos, que son los que aparecen en este libro (formado a su vez por otros tres: La comunidad del Anillo, Las dos torres y El retorno del rey). Todo tiene un por qué, un desencadenante histórico. Si no fuera porque los protagonistas son elfos, hobbits u orcos, su veracidad sería tal que parecería la historia de cualquier país de la Tierra.

Tolkien estuvo inmerso en la creación del mundo de la Tierra Media durante 60 años. Inventó razas, desarrolló 7.000 años de historia y mitología y hasta creó lenguajes con sus propias reglas gramaticales y ortográficas. De esa obsesión del autor inglés nació la perfección de la “fantasiosa realidad” de El Señor de los Anillos. A lo largo del viaje por el mapa de la Tierra Media nos encontramos con centenares de parajes que nuestra cabeza no tiene dificultad alguna en imaginar, con todo lujo de detalles, gracias a las ejemplares descripciones con las que Tolkien ilustra las páginas de su obra. Desde el color de la hierba hasta el ruido del viento al pasar entre las hojas de los árboles, la aventura de Frodo y compañía está arropada por un ambiente que consigue, aún si cabe, dar más armonía al conjunto de la historia. Pero todo esto carecería de sentido si olvidáramos el nexo de unión entre todo lo anteriormente mencionado: la virtud narrativa de J.R.R. Tolkien.

Para el lector poco avezado en lecturas de esta densidad en la trama podrá parecer un libro lento, incluso pesado, con demasiada poca acción para la fama que tiene y las expectativas que lleva implícitas. Podría ocurrir en los primeros capítulos cuando, dejados llevar por la idea preconcebida (y a menudo errónea) que las adaptaciones al cine dejan en la mente del espectador, parece que apenas hay movimiento y el conocimiento del ambiente y los personajes es el argumento de mayor envergadura. Pero a medida que el lector se va sumergiendo más y más en el mundo de la Tierra Media, cuando se convierte en un compañero más de los personajes y se siente identificado con sus ideales y objetivos, el compromiso con el libro es completo. Esos personajes tan cuidados, tan bien elaborados llevan al lector de la mano hasta sentirse parte de la trama. La complejidad del mago Gandalf el Gris, el heredero al trono Aragorn o el propio Frodo es tal que el lector acaba conociendo a ciencia cierta la personalidad de cada uno, incluso sabiendo como actuarían en tal o cual caso teniendo en cuenta sus aspiraciones, motivaciones o bajas pasiones. Están tan bien caracterizados que al llegar al desenlace de la historia, al terminar la última página, el lector siente que el largo viaje (de más de mil páginas) que ha recorrido junto a esos personajes que le parecían tan vivos no puede acabarse así de repente. Desea más.

El simbolismo en El Señor de los Anillos es continuado. Desde las referencias al catolicismo y la Biblia que el propio J.R.R. Tolkien ha reconocido (empezando por la continua lucha entre el Bien y el Mal, la misericordia o incluso la semejanza de algunos ritos con la liturgia cristiana) a otras de carácter más histórico. Es el caso de la utilización de mumakils (enormes elefantes) en la guerra, al estilo de Aníbal y sus batallones de estos enormes mamíferos en los siglos II y III a.C. O la semejanza entre el reino de Rohan y los pueblos vikingos y la de Gondor con un país occidental. Hay que destacar que, a pesar de que sea vox pópuli, ninguna de las influencias de Tolkien a la hora de escribir fue El Anillo del Nibelungo, de Richard Wagner. Tolkien ha negado rotundamente la semejanza entre ambas historias épicas: “La única semejanza entre el Anillo Único y el Andvarinaut (anillo de oro de la ópera) es que ambos son redondos”, publicó el autor inglés.

Todo esto, su cohesión, densidad y la creación de un mundo paralelo tan coherente y veraz en el que el lector no puede dejar de sumergirse, convierte a El señor de los Anillos en la cúspide de la literatura fantástica y épica del siglo XX.


 
El Señor de los Anillos: El retorno del rey, de Peter Jackson


martes, 26 de abril de 2011

Wikileaks: el superhéroe del siglo XXI

Wikileaks desafía a los poderes establecidos, tanto públicos como privados, desde el momento de su fundación. Con la libertad de información por bandera, la organización creada por Julian Assange ha sacado a la luz miles de documentos que dejan en evidencia la honradez de todos los que están en la cúspide de la sociedad y creían manejar los hilos del mundo a su antojo y con total impunidad.

Con la publicación del vídeo del asesinato de un fotógrafo de Reuters por parte del Ejército norteamericano en la guerra de Irak, la divulgación de los entresijos de la macabra cárcel de Guantánamo o los miles de cables, diplomáticos y militares, del Departamento de Estado de Estados Unidos, Wikileaks ha saltado a la palestra pública y se ha colocado en el ojo del huracán de los personajes y entidades de mayor peso mundial. Esta organización defiende que los ciudadanos tienen derecho a conocer, en el sentido amplio de la palabra, todo aquello que gobiernos y empresas se esmeran con ocultar. Si lo ocultan, por algo es, y no algo bueno. Wikileaks se considera a sí mismo como una amenaza para todos aquellos que llevan a cabo injusticias, se lucran de ellas y pretenden ocultárselas al gran público, porque, tarde otro temprano, eso que tanto ansían esconder acabará saliendo a la luz y esos “peces gordos” tendrán que asumir las consecuencias de sus actos. Pero, llegados a este punto, cabe preguntarse: ¿es oportuno que toda información etiquetada como reservada o confidencial sea revelada? ¿O es necesario establecer límites? Si viviéramos en una democracia perfecta, el ocultismo informativo no tendría ningún sentido. Pero a pesar de disfrutar de mayores libertades y derechos que en cualquier otro momento de la historia, los gobiernos subestiman a los ciudadanos y consideran que para poder moverse fuera de los límites de la legalidad deben hacerlo en la clandestinidad. Si una información se oculta es porque lleva implícitas oscuras intenciones. Si no fuera así, recordemos que los políticos tienen la fea costumbre de airear hasta la saciedad sus logros personales y decisiones acertadas, así que ¿cómo iban a perder la oportunidad si esa información reservada fuera positiva? A pesar de lo bonita que suena la palabra libertad y más si es real, no toda la información puede hacerse pública: la seguridad internacional, nacional o individual debe estar por encima de todo y, si se ve amenazada por la publicación de algún documento comprometido, es preferible mantenerlo a la sombra. Lo mismo pensaron los cinco medios a los que Wikileaks filtró los cables del Departamento de Estado norteamericano en 2010. El diario El País publicó que a sus manos habían llegado miles de cables, pero que se veían en la obligación moral de no divulgar algunos de ellos por su peligroso contenido.

La información reservada difundida por Wikileaks, ¿es verdaderamente noticiosa e interesante? En algunos casos puede parecer que ciertas revelaciones son sólo cotilleos sin ningún valor informativo, como por ejemplo las opiniones de los embajadores sobre ciertos líderes mundiales. Es así si tenemos una visión simplista de las cosas. Porque esas opiniones no caen en saco roto, sino que el todopoderoso Estados Unidos basa sus decisiones y actuaciones de política internacional en dichos comentarios. Además, las declaraciones en política son constantes, y ocupan páginas y más páginas en los periódicos, sino que se lo pregunten a José Luis Rodríguez Zapatero o a Mariano Rajoy. Ha quedado demostrado que las filtraciones de Wikileaks han calado profundamente en la sociedad y han provocado reacciones y cambios en la misma (como el hecho de los negocios ocultos de la mujer del depuesto líder tunecino Ben Ali fuera uno de los desencadenantes del levantamiento de la población en el país magrebí). Aunque no los suficientes. Han salido a la luz cientos de irregularidades cometidas por el Gobierno norteamericano o incluso el español. Pero a quien se culpabiliza, los que son perseguidos y encerrados, son los que han difundido los documentos. Por un lado el soldado Bradley Manning, que filtró los documentos a Wikileaks y que permanece en prisión, habiendo sufrido un tratamiento propio de un preso de Guantánamo. Y por otro, personificando al organismo sueco, Julian Assange, que incluso podría ser condenado a pena de muerte por un tribunal norteamericano acusado de alta traición a los Estados Unidos. Es paradójico que sean los infractores los que juzguen y condenen a los que han hecho efectivos los valores de democracia y libertad que esos jueces tanto dicen defender.

Hay quien compara Wikileaks con el mal llamado periodismo ciudadano desplegado en redes sociales como Facebook o Twitter o en los blogs. Nada más lejos de la realidad. A pesar de que ambos tienen capacidad de influir, la calidad de la información transmitida impide cualquier semejanza. En Twitter, por ejemplo, se vierten millones de comentarios y opiniones, cualquiera puede emitirlos sin tener que pasar ningún filtro que los confirme como verdaderos. En Wikileaks cada filtración es contrastada y verificada antes de ser publicada. Es verdadero periodismo, mientras que las redes sociales se quedan en el estatus de simples comentarios, que pueden ser comentarios de actualidad perfectamente válidos, pero en ningún caso periodismo.

A pesar de disponer de información única y reservada (de hecho desde el organismo sueco alardean de haber publicado más exclusivas que el Washington Post en toda su historia), Wikileaks recurre a los medios de comunicación tradicionales para difundirla. Esto es así porque la penetración en la sociedad siempre será mayor si las cabeceras de prensa más importantes del mundo se hacen eco de los cables de Wikileaks que si es sólo la entidad sueca las que las divulga porque, a pesar de su prestigio y el renombre que ha alcanzado, aún no llega al impacto que provocan los periódicos. Esta cooperación periodística a las cabeceras les proporciona grandes beneficios en forma de crecimiento en las ventas, prestigio y renombre, como ha vivido en sus propias carnes el diario El País desde que a finales del año pasado publicara casi diariamente los papeles del Departamento de Estado y como se refleja en las oleadas del Estudio General de Medios (EGM).

Julian Assange, fundador de Wikileaks

martes, 12 de abril de 2011

Globalización



La explotación vista desde el explotador. ¿Es esto la globalización? ¿Merece la pena el precio a pagar? Y sólo son dibujos...

martes, 29 de marzo de 2011

La espiral de consumo

El consumismo es una característica inherente a la sociedad del siglo XXI, que incluso ha adoptado su propio nombre: sociedad de consumo. Todas las personas, lo quieran o no, están inmersas en esa espiral consumista que abarca todos y cada uno de los aspectos del mundo actual. Ese afán derrochador se ve incrementado por la publicidad y la televisión, que condicionan el pensamiento y hacen creer a la gente que, para ser felices y tener valor como seres humanos, necesitan poseer la mayor cantidad de objetos posibles. Pero no sólo son las empresas y los anuncios los que instan a malgastar el dinero en objetos superfluos, sino también los propios gobiernos. Los políticos dicen que, para que el sistema capitalista se desarrolle o reflote si está en crisis, es necesario que la gente consuma, consuma y consuma. Lo que convenientemente no cuentan los mandamases es que detrás de ellos hay grupos de presión y grandes compañías que les presionan para fomentar el consumo y, por tanto, lucrarse a base de ellos con excusas baratas de prosperidad y desarrollo.

Por si no fuera suficiente con las presiones externas que incitan al consumo compulsivo, las propias empresas cuentan con sus “trucos sucios” para obligar a seguir comprando. Una de esas tácticas consiste en fabricar objetos de calidad cuestionable, que acaban por romperse ineludiblemente. En muchos casos es preferible reponer el objeto averiado en lugar de arreglarlo. Pero, ¿es ético fabricar objetos con la intención de que se rompa en un plazo más o menos corto de tiempo? En mi opinión, en absoluto. Pero no hay ninguna ley ni ninguna cortapisa que impida a estas compañías recurrir a tales tretas. Pudiendo lucrarse con tal facilidad, ¿para qué preocuparse de conceptos tan abstractos, a la par que poco rentables, como son la moral y la ética? Si no producen beneficios, mejor guardarlas en el fondo de un cajón, donde no molesten.

Desde pequeñitos, se ha implantado a los seres humanos la obligación (más que necesidad) de consumir. La publicidad deja latente que, si no se posee un determinado coche o se carece de un determinado utensilio de cocina, se es un fracasado en la vida. Se apela a las emociones, a la satisfacción personal, a estar orgulloso de uno mismo y a que los demás te vean como un triunfador para obligarte a comprar un determinado objeto que, objetivamente, no proporciona esa felicidad que se publicita. Pero las personas, incluso las que presumen de ser ajenos al sistema, caen inexorablemente en la trampa. Trabajan para consumir. Consumen para intentar ser felices. Pero no lo consiguen. Por eso necesitan trabajar más para comprar más. Aún así, a base de materialismos, no suelen el tan anhelada felicidad.

Los centros comerciales, epicentros del mundo consumista por excelencia, se han convertido hoy en día en la mejor forma de pasar el tiempo libre. No hay más que ver la inmensa afluencia de gente que pasea por estos grandes almacenes cada fin de semana. Los centros comerciales ofrecen todas las formas de ocio y consumo imaginables: decenas de tiendas especializadas y adaptadas a los más variopintos gustos (ropa, cerámica, colchones, juguetes, utensilios de golf,…), salas de juego, cines, restaurantes… Y, por si fuera poco, cada escaparate está decorado de una forma única que invita al descuidado e inocente paseante a caer en la tentación. Muchas tiendas se han convertido en centros de ocio por sí mismas. Un claro ejemplo es la ciudad de Nueva York, donde se encuentra el máximo exponente del sistema: Times Square. Aquí las tiendas son puro espectáculo. La tienda Disney está decorada con enormes peluches de dibujos animados, tiene una pantalla gigante donde se proyectan películas y un trenecito donde viajan los personajes más célebres de la factoría circula por el techo de la tienda. La jugetería Toys´r´us tampoco se queda corta y ofrece a sus clientes, además de una fotografía-recordatorio y personajes disfrazados… ¡una vuelta en noria! Por un módico precio, claro está. En una sociedad con tal sobreabundancia de productos, ofrecer bienes de consumo ya no es suficiente para llamar la atención: los nuevos tiempos exigen imaginación y espectáculo.

El consumo desmedido no sólo tiene efectos negativos en el bolsillo y la deshumanización de los individuos inmersos en dicha espiral. El proceso de fabricación de estos útiles pasa por encima de naturaleza y de los propios seres humanos sin ningún pudor. Destrucción de bosques, contaminación de ríos y mares, expulsión de gases tóxicos a la atmósfera, desertización, extinción de especies animales y vegetales,… y todo ello de forma indiscriminada, sólo por el afán de seguir alimentando la espiral de consumo. No sólo es el medio ambiente el que se deteriora por los caprichos del hombre, también los propios seres humanos son explotados en las fábricas. Trabajan de sol a sol sin recibir un salario digno, inhalan los gases tóxicos, desarrollan enfermedades o carecen de condiciones adecuadas de trabajo. Por no hablar de la explotación infantil. Muchas empresas trasladan sus fábricas a países donde la mano de obra es más barata y se aprovechan incluso de los niños. No paran de llegar rumores de casos de explotación infantil a nuestros oídos, pero, aunque no dudamos en criticar con voz firme esta aberración, seguimos comprando los productos de estas marcas.

El sistema capitalista y ultraconsumista del siglo XXI pide a gritos un cambio a un modelo sostenible que viva en concordia con el entorno y no necesite de la explotación humana para alcanzar sus fines. Culpamos a los gobiernos, a la flaqueza de las leyes y el sistema judicial o a la maldad de empresarios y grandes compañías productoras de las aberraciones del sistema, dando por sentado que, como individuos, somos demasiado insignificantes para lograr algo por nosotros mismos. Error. Lo primero es mentalizarse de la importancia del “yo” y exigirse a uno mismo lo que se les va a exigir a los demás. Cuando asumamos la responsabilidad que nos toca, será cuando podamos empezar a cambiar las cosas.

viernes, 25 de marzo de 2011

Fernando Hierro, una leyenda viva a los mandos de la Federación

El malagueño niega cualquier rencor hacia Florentino Pérez o el Real Madrid

Fernando Hierro no ha perdido el porte de futbolista que atesoró durante sus 14 temporadas en el Real Madrid y otras tantas en la élite del fútbol. Como recién salido de la ducha tras un entrenamiento y dispuesto a enfrentarse a las intrincadas preguntas de los periodistas con los que tantas veces se ha dado cita en la sala de prensa de la ya extinta Ciudad Deportiva de la Castellana, llegó a la clase de Periodismo Deportivo en la Universidad Complutense. El actual director deportivo de la Federación Española de Fútbol (FEF) dejó por unas horas sus tareas al frente del máximo órgano del deporte rey en nuestro país para iluminar a los alumnos con su experiencia y su visión del fútbol desde el otro lado de la barrera.
Las labores de Hierro como director deportivo de la FEF pasan por designar a los seleccionadores de cada una de las categorías de la Selección, desde la sub 16 a la Absoluta. Reconoce que cuando asumió el cargo pensaba que iba a tener mucho menos trabajo y responsabilidades que las que acumula. También comentó una desalentadora realidad de los directores deportivos: “están hechos para perder”. Esto es así porque, cuando llegan las victorias y los títulos, toda la gloria recae sobre los jugadores y el entrenador, pero en las horas más bajas el foco de las iras de prensa y aficionados es el director deportivo en su faceta de máximo responsable de la entidad. Aún así, su nueva ocupación también presenta aspectos positivos. “La mayor satisfacción es ponerle a un chico de 15 años la camiseta de la Selección por primera vez”, explica, y lo define como una sensación incluso mejor que jugar un partido con la Absoluta. El ex futbolista cree que para que los más jóvenes triunfen necesitan recibir una gran dosis de confianza por parte de los máximos responsables de los clubes, y que en España este es un tema en el que se destaca favorablemente. Recalcó las canteras de Barcelona, Villarreal o Espanyol, y sobre la del Real Madrid dijo que hasta Segunda B (donde milita actualmente el Castilla) se trabaja muy bien, pero que es importante que a partir de aquí “los chicos tengan la puerta del primer equipo abierta” para seguir su progresión futbolística.

Presente y futuro de la Roja
El terreno en el que el malagueño se siente más cómodo es, como ya se ha mencionado, con los más jóvenes. No en vano se ha sacado el título de técnico y deja entrever que no le importaría entrenar a algún equipo filial. Respecto al futuro de la Roja, Hierro cree que España “tiene unas categorías inferiores con mucho futuro”. Para continuar con el ciclo triunfal de la Absoluta que dio comienzo en 2008 con la consecución de la Eurocopa, el director deportivo de la Federación da la clave: “buscamos gente que, dentro de 6 ó 7 años, den un perfil parecido al de Xavi o Iniesta”, o a cualquiera de los otros estandartes del combinado nacional. Futbolistas que se amolden bien al juego que despliegan los de Vicente del Bosque y que sean capaces de desarrollarlo en un futuro.
“Estamos ante la mejor generación del fútbol español de la historia”. Esta afirmación de Fernando Hierro no es ninguna sorpresa para todo buen aficionado al deporte rey. El central asume que la Roja no va disputar ni un solo amistoso en 4 años porque “para ninguna selección existen amistosos contra los campeones del mundo”. Por eso, y siempre con humildad, cree que España no debe bajar la guardia y saltar al campo siempre dispuesta a entregar el cien por cien de sí misma porque si no “cualquiera puede ganarte”, como ya ocurriera con Argentina o Portugal. Aunque este grupo ya haya levantado una Eurocopa y un Mundial tiene por delante otros retos que engrosen su historia, entre ellos el de ser la primera selección de la historia que, habiendo conseguido estos dos títulos, siga agrandando su palmarés con la segunda Eurocopa consecutiva.
Respecto a la victoria de Sudáfrica, Hierro reconoce que sintió envidia sana de los chicos de Vicente del Bosque, aunque también mucho alivio. “Pensé que para el fútbol español era algo inigualable y que este triunfo por fin nos iba a dejar descansar a todos los que hemos vestido esta camiseta”, refiriéndose a los tópicos futbolísticos como el manido “España nunca pasa de cuartos” o la eterna condición de aspirante de la Roja.

“Xavi o Iniesta se merecían el balón de Oro”
Hierro no se explica como la lección de fútbol que España dio en el país africano no ha recogido sus frutos en forma de Balón de Oro. “Era una oportunidad histórica para el fútbol español y yo creo que se lo merecían Xavi o Iniesta”, recalcó ante la abarrotada clase de futuros periodistas. A pesar de todo, reconoce la categoría del vencedor del trofeo, Leo Messi, y le considera un digno campeón. Esta decisión de conceder el trofeo individual más prestigioso del mundo al argentino despertó muchas suspicacias contra Joseph Blatter y la FIFA. El ex capitán del Real Madrid rechaza tajantemente que España esté infravalorada a nivel internacional, a pesar de que la gran apuesta de la Federación, la candidatura ibérica, también fuera rechazada a favor de Rusia. Hierro cree que, aunque España consiguió las mejores puntuaciones, primó la idea de “buscar nuevos mercados y nuevas ilusiones” para el fútbol.

Su polémica salida del Real Madrid
La charla siguió un cauce tranquilo y sosegado para el entrevistado hasta que se tocó el tema más sensible de la amplia carrera de Fernando Hierro: su salida del Real Madrid, entonces presidido por Florentino Pérez. El ex capitán blanco negó cualquier tipo de resentimiento hacia el club o el mandatario. “No le guardo ningún rencor al Real Madrid, me ha dado mi vida profesional”, y añadió que un club con su grandeza está por encima de todos los jugadores y sus problemas individuales y personales. Respecto a Florentino, Hierro asegura que ha vuelto a hablar con él porque “la educación y el respeto están por encima de cualquier cosa”.
Hierro habla sobre sus 14 años en el Real Madrid con un tono que denota a la vez orgullo y añoranza. Reconoce que durante su última etapa en el club de Concha Espina las adversidades eran continuas en la casa blanca, y que él como capitán debía hacerse cargo e intentar solucionarlos. “Durante mis tres últimos años en el Madrid todos los días me llamaban porque había algún problema”, dice, y añade que, al igual que al director deportivo, al capitán sólo se le busca cuando hay problemas. Pero, a pesar de todo, “es todo un orgullo”.

Objetivo: terminar con la hegemonía del Barcelona
La actual política del Real Madrid se basa en fichar a los mejores jugadores del mundo para así saciar el ansia de títulos de los merengues. Para ello, Florentino ha recurrido a un director de orquesta muy particular: José Mourinho. Hierro le define como un magnífico entrenador que ha llegado a Madrid para acabar con la hegemonía del Barcelona e inaugurar el ciclo ganador del Real Madrid. El vestuario, como en la época de los Galácticos, se ha llenado de estrellas que, al estar recién llegadas, no entienden lo que significa defender el escudo de un club de esta categoría. “Cuando llegué al Real Madrid me dijeron: tienes que pelear por esta camiseta como si fuera tu vida”, relata Hierro, que añade que para los blancos no hay amistosos, ni siquiera tiempo para saborear una victoria: “Ya estás pensando en ganar el siguiente partido cuando todavía ni te has duchado después de ganar el anterior”, dice, “y hay jugadores de mucho talento que no han soportado este nivel de presión y exigencia”.
Hierro cerró la ronda de preguntas hablando sobre su ex compañero y amigo Raúl González Blanco, uno de esos jugadores con los que, al igual que el propio Hierro, no pudo la presión de llevar el escudo del Real Madrid en el pecho y al que el propio central apodó “El Ferrari”. “Creo que Raúl, después de Di Stéfano, es el mejor jugador español hasta día de hoy”, dijo elogiando al 7 del Schalke 04. También reconoció que le hubiera gustado seguir viendo lucir durante más tiempo al delantero la camiseta del Madrid y de la Selección.
Después de más de 400 partidos con el Real Madrid a sus espaldas, 101 goles y 89 internacionalidades con la Selección Española, Hierro se presentó frente a los universitarios con esa mezcla de nervios e incertidumbre que caracterizan a cualquier debutante. Y los jóvenes periodistas le agradecieron su esfuerzo al estilo del Santiago Bernabéu, cuando en esas tardes de gloria el coliseo madridista reconocía los méritos del central brindándole una cerrada ovación, cálida y sincera.

martes, 22 de marzo de 2011

Autocrática ONU

A la decisión de las Naciones Unidas de intervenir en Libia para que el general Muamar el Gadafi deje de masacrar a su propio pueblo se le achaca, por encima de cualquier otra, una crítica: la tardanza. Mientras el Consejo de Seguridad debatía tranquilamente si era procedente o no instaurar un espacio de exclusión aérea, el sátrapa libio cercaba Bengasi, la capital rebelde, y asesinaba sin ningún pudor a civiles por todo el país. Estas actuaciones fueron condenadas por los principales líderes mundiales, desde Barack Obama hasta Nicholas Sarkozy. Pero todo quedaba en palabras huecas, en un mero apoyo verbal y moral, con promesas que parecía que no iban a materializarse nunca. ¿Y por qué? Porque la ONU no daba el paso definitivo para aprobar la intervención y convertir el conflicto en una causa justa que requiere ayuda internacional. Y es que para que países ajenos puedan intervenir en un conflicto nacional se requiere la aprobación de 9 de los 15 miembros de que consta el Consejo de Seguridad, siempre y cuando ninguno de sus miembros permanentes (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido) ejerza el derecho de veto. Este derecho ha permitido desde el nacimiento de la ONU en 1945 que las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial puedan evitar que cualquier decisión, por muy justa o necesaria que fuera, salga adelante si no va acorde con sus intereses y aunque el resto de los miembros del Consejo hayan votado a favor.

En el artículo 2 de la Carta de las Naciones Unidas se incluyen los principios básicos del organismo, entre los que están la igualdad soberana de todos sus miembros o el cumplir de buena fe las obligaciones. Los fines para los que fue creada la ONU son mantener la paz y evitar que se desencadene otro conflicto de las magnitudes de la II Guerra Mundial, para lo que es necesario fomentar la amistad entre las naciones y la cooperación internacional. Pero esa cooperación se pasa por alto en muchas ocasiones a favor de los intereses nacionales de cada país. De esta forma se condiciona el bien común y los principios de la ONU pasan a un segundo plano, por lo que los derechos humanos y el deber de protegerlos a toda costa son enterrados por un mar de intereses predominantemente económicos y estratégicos. Lo que se consigue con esta actitud que podríamos calificar de egoísta es manchar el nombre de las Naciones Unidas y otorgarle una imagen de descrédito e inefectividad que, con el paso de los años, va minando más y más la credibilidad del organismo a la par que a la propia ONU.

Las Naciones Unidas se crearon con la idea de representar al mundo y evitar injusticias, defendiendo, a poder ser por medios pacíficos, la democracia y la libertad. Pero, ¿cómo defender la democracia si en el máximo órgano internacional no existe? La ONU debería predicar con el ejemplo y eliminar ese poder autocrático que es el derecho a veto.

El derecho a veto, además de supeditar la justicia a los intereses nacionales, alarga exasperantemente la toma de decisiones importantes. Puede que de esta forma puedan madurarse bien todas sus consecuencias para evitar medidas erróneas, pero por mucho diálogo que se promueva, si un miembro permanente dice “no”, la solución final será no. Y si al final se consigue que apoye (o por lo menos que no rechace) la resolución, se habrá perdido un tiempo precioso que en un caso extremo, como ha sido el de Libia, se ha traducido en la pérdida de decenas de vidas de inocentes y la irracional tolerancia a una masacre indiscriminada.

Por otra parte, el derecho de veto es una clara discriminación a los países que, por unas causas o por otras, no salieron de la II Guerra Mundial como vencedores, ya sea porque no participaron en el conflicto o porque fueron derrotados por los Aliados. Sesenta y seis años después de la derrota del nazismo es la propia Naciones Unidas la encargada de que no se repitan esos errores pasados y la que por su reticencia a modernizarse y adaptarse a las exigencias del siglo XXI mantiene vivo el rencor y las consecuencias de esta guerra. ¿Por qué seguir premiando y primando a esos cinco vencedores? ¿Por qué países como Alemania deben seguir sintiéndose atormentados por unos hechos por los que ya han pagado sufrido bastante? La ONU debe fomentar la democracia desde su propio seno, tratando a todos sus miembros en igualdad de condiciones y sin que un indio o un brasileño tenga que sentirse inferior a un estadounidense o un francés sólo porque sería demasiado complicado modificar el sistema. Tampoco era fácil que después de décadas de coacciones y abusos en Egipto o Túnez, los ciudadanos salieran a la calle para luchar por la democracia. Y aún más difícil parecía que consiguieran derrocar a Ben Ali o Mubarak.

Es paradójico que, con tales disfunciones en su organigrama, las Naciones Unidas sean capaces de exigir a otros lo que ni ellas mismas cumplen.